PUTO EL QUE LEE
Cuando encendemos el televisor, voluntariamente escogemos la publicidad incesante y lavasesos que el aparato nos propone. Hay gente a la que le gusta consumir y encuentra en ello un aliciente a sus preocupaciones existenciales, y llenan sus horas pensando y evaluando qué es lo próximo que van a comprar. Otros preferimos no encender el televisor y ocupar nuestras horas jugando al ajedrez o tocando el piano. Simplemente, distintas formas de masturbación mental. No hay una correcta y una incorrecta, me voy a limitar a defender la libre elección de dicha forma.
Desde hace muchos años, permitimos la invasión monopólica de nuestro espacio visual por la propaganda mercantil. Información no deseada es involuntariamente receptada por nuestras retinas, a diario y en insalubre cantidad, desde el momento en que salimos de nuestras casas. La imposición de esta información implica la de una realidad de la que somos consumidores pasivos, sin derecho a opción. Por costumbre, no advertimos el avasallamiento a nuestra libertad visual, pues, aunque lo intentemos, no podremos evadir fijar nuestra vista a diario en infinitas publicidades que nos hacen ver algo que quizá no queremos, pero nadie nos preguntó. ¿Quién es el dueño de nuestro espacio visual, nosotros o el mercado? Contra esta imposición arbitraria, hay gente trabajando hasta altas horas de la noche, intentando dar opciones a aquel que quiera evadirse de la publicidad pro consumo y fijar la vista en otras cuestiones. Hackers de una realidad impuesta, armados de aerosoles o fibras, dejan impresa su mácula en paredes, postes, asfalto, baños de oscuros bares. El mensaje siempre es el mismo: nosotros también queremos intervenir en nuestra realidad.
Desde hace muchos años, permitimos la invasión monopólica de nuestro espacio visual por la propaganda mercantil. Información no deseada es involuntariamente receptada por nuestras retinas, a diario y en insalubre cantidad, desde el momento en que salimos de nuestras casas. La imposición de esta información implica la de una realidad de la que somos consumidores pasivos, sin derecho a opción. Por costumbre, no advertimos el avasallamiento a nuestra libertad visual, pues, aunque lo intentemos, no podremos evadir fijar nuestra vista a diario en infinitas publicidades que nos hacen ver algo que quizá no queremos, pero nadie nos preguntó. ¿Quién es el dueño de nuestro espacio visual, nosotros o el mercado? Contra esta imposición arbitraria, hay gente trabajando hasta altas horas de la noche, intentando dar opciones a aquel que quiera evadirse de la publicidad pro consumo y fijar la vista en otras cuestiones. Hackers de una realidad impuesta, armados de aerosoles o fibras, dejan impresa su mácula en paredes, postes, asfalto, baños de oscuros bares. El mensaje siempre es el mismo: nosotros también queremos intervenir en nuestra realidad.
2 comentarios:
wooooooooooooooow
excelente analisis. muy interesante la postura ideologica. me sumo
Postura ideológica??? Como un 69 platónico???
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